Cuando pienso en las manos, siempre me vienen a la mente las manos de mis abuelas. Eran manos suaves, pero llenas de historias. Manos que habían trabajado duro, que habían acariciado y cuidado con tanto amor, y que, a pesar del esfuerzo, seguían siendo manos delicadas. Las manos de mi madre también tienen su encanto, aunque ella siempre dice que son "manos toscas, de albañil". Pero para mí, tienen algo mágico: son manos que han creado, que han levantado sueños y que han sostenido siempre, con una calidez única. Aunque mis abuelas ya no están en este plano, sé que me acompañan en este viaje, y siento su amor en cada acto de creación que hago con mis propias manos.
Haciendo
un poco de historia, encontramos que las manos son más que simples partes
del cuerpo: son instrumentos de creación y sanación. A lo largo del
tiempo y en diversas culturas, las manos han sido símbolos poderosos. En la
mitología Hopi, las manos eran vistas como conductos de energía espiritual,
capaces de sanar tanto el cuerpo como el espíritu. En la cueva de las manos, en
Argentina, los pueblos originarios dejaron la huella de sus manos como una
forma de trascender en el tiempo, como si quisieran decir: "aquí estoy,
existo, y dejo mi marca". Y también tenemos el símbolo de la Mano de Hamsa,
que, aunque es conocido por su uso en el Medio Oriente, también fue adoptado
por culturas indígenas del suroeste americano como un símbolo de protección y
bendición.
En el Reiki,
por ejemplo, las manos son utilizadas como canales de energía para sanar y
equilibrar el cuerpo y el espíritu. La energía que fluye a través de las manos
del practicante no solo alivia el dolor físico, sino también permite una
conexión profunda con el bienestar interior.
Las manos
también fueron un medio de unidad y trabajo colectivo en todas las culturas.
Con ellas, se construyeron terrazas, templos, y hasta pirámides!;. Y en ese
acto de construir juntos con las manos, se reflejaba el amor por la comunidad y
el poder de transformar el entorno. Y si lo pensamos bien, las manos tienen
la capacidad de materializar el amor, de expresar sin palabras lo que sentimos.
En el Tzolkin,
la Mano Azul representa la sanación y la realización. El acto de crear y de
sanar es algo que hacemos tanto para nosotros mismos como para quienes nos
rodean. Cada vez que extendemos nuestra mano, estamos ofreciendo una parte de
nosotros, estamos transformando. Como las manos de nuestras abuelas, que
transformaron su esfuerzo en amor palpable, o las manos de nuestra madre, que
aún nos sostienen y nos acompañan. Este diciembre, tenemos la oportunidad de
poner nuestras manos al servicio de la creación y de la sanación conscientemente,
tal como lo hacemos en el reiki: dejando fluir la energía con amor y plena
intención, de sembrar algo hermoso en el corazón de los demás, y de celebrar
todo lo que podemos lograr cuando trabajamos juntos.
¡Extendamos nuestras manos con amor,
sembremos
magia y construyamos juntos un mundo lleno de luz!
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